miércoles, 2 de enero de 2019

Uno más Uno DosMil19

Amanece un nuevo día, segundo del año estrenando sonrisas, sueños y ensueños. El candor del sol alcanza mi noroeste, y el lloriquear de un bebé gatuno me provoca bajar y pedir a los vecinos me dejen adoptar uno.

Suenan los acordes de un melancólico violín,  como sumergido en aguas profundas y en las que no deseo zambullirme, aunque dejo que siga llorando como si sus lágrimas le fuesen, a mi corazón, ilegibles y lejanas.

En pocos minutos, vigoroso y arrogante, emana en el aire “El Invierno” de Vivaldi; estoy salvada.  Las pulsaciones con las que el destino me tic-tea revolucionan el segundero, transcurriendo el doble, el triple tal vez, de instantes emocionantes; y no por sentir intensamente es la causa de mi locura.

¿Marioneta de las constelaciones? Quizás me deje acusar, no es tan grave danzar entre las estrellas o marcarme un paso doble fuera de contexto.  No, no hace tanto calor como piensan, ni tanto frío; el punto medio se encuentra en el alma.

Las Pinceladas en el cielo se han tornado fuego. El nuevo día ya no es tan nuevo.

Atardecer en Palma. Diciembre 2018 by Isabel Orilla




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