domingo, 8 de octubre de 2023

¿Por qué me llamo Isabel?

De haber nacido varón desconozco el nombre que me hubieran designado, sin embargo, al ser niña, solo existía un nombre posible, Isabel.

Isabel representa la ternura de un beso en la frente y el abrazo más fuerte recibido. Escenifica el matriarcado y el brío con el cual las palabras son pronunciadas.  Simboliza la serenidad y la fortaleza mantenida en años de dictaduras, repúblicas y guerras de una España opacada por la sangre y los absolutismos. Isabel Personifica el valor de una mujer que, a pesar de su frágil salud y analfabetismo, se mantuvo fiel a sus ideales, jamás se dejó abatir ante las adversidades, ni tampoco permitió que la amordazaran.

Son historias contadas, sí, y también imágenes de mi infancia.  Rememoro el jolgorio de la familia días antes de partir hacia el pueblo, y en el trayecto en coche cantando con mi tía. El pesado portón de madera empujado con fuerza, y al entrar, el inmediato frescor propiciado por las gruesas paredes de piedra. Olor a barro de los botijos al recorrer el pasillo, y a lo lejos, junto a la chimenea, en la mecedora, su amorosa figura.  Mis ansias por llegar hasta su achuchón y poderla besar me parecen una gran distancia, siempre voy corriendo, junto a ráfagas de voceos que la alertan de mi presencia, por lo que, al encontrarme con su mirada, sus brazos ya están abiertos para acoger al terremoto de su primera bisnieta, Isabel.


miércoles, 15 de marzo de 2023

Día de kayak

Por fin se levantó el confinamiento en nuestro sector y mañana lunes ya regresamos al trabajo. Desde marzo, han sido tres interminables meses, no obstante,  mis ansias por regresar se deben a poder encontrarme cara a cara con mi jefe.  Hace unas semanas que anda enojado conmigo, muchísimo más de lo habitual, lo percibo por su silencio, y por su voz cuando soy yo quien lo llama.

-Pero sabes, ya descubrí tu narcisismo.

Cuando finalice el día de hoy también concluirá una etapa de mi vida, aunque eso será mañana, el ahora me pertenece por completo. Sin darme cuenta, mi mente divagando y la arena quemando mis pies. Al dar unos saltitos buscando la toalla me percato de que también me olvidé de Cris, ella terminando de inflar el kayak y yo aquí abriendo la nevera. Sus muecas, a lo Jim Carrey, me tronchan de risa, muy concentrada ella presionando abajo y arriba la bomba como si no existiera un mañana.

- ¿Agua fresquita?

-Vamos, Sía, ve acomodando las mochilas que el estómago me ruge, y mira lo lejos que está el islote.

Fresquita nos creíamos que estaría la mar, sin embargo, está deliciosa. ¡Cuánto tiempo sin saborear su salazón! 

-Vamos, Sía, quítate el snorkel y subamos ya, que en la isla seguro hay muchos más pececitos.

Otra vez me despisté.

¡Qué dos novatas! Sin embargo, hemos logrado auparnos al kayak sin volcar, y a la primera. Remar a la par tampoco ha sido tan complicado.  Las figuras de los bañistas se van desdibujando en la distancia, y al unísono, risas y gritos enmudecen, solo el vaivén de las olas onduladas peregrinando en su infinito deambular.

-Cris, vamos a contracorriente, busquemos el flujo marino-.  Aunque este nos está arrastrando hacia estribor.

-Sía, y si rodeamos el islote ahora. Llevas la cámara a mano, ¿verdad? ¡Mira cómo están rompiendo las olas en las rocas! 

Día de kayak -  junio 2020 by @IsabelOrilla
 

Sí, majestuoso, se van desmenuzando en trillones de partículas y van dejando sobre el agua un manto blanquísimo que pareciera algodón. También estoy disparando la cámara hacia nosotras, estoy segura de que alguna saldrá nítida.

Hace tanto que no me sentía tan viva, tan libre, tan vacía y tan llena... No, no es mañana que una nueva etapa comenzará, sino hoy, en este momento, en el aquí y ahora.

-Ya no tienes poder sobre mí.

 

martes, 6 de diciembre de 2022

La Constitución española de 1978

 01

Por aquel tiempo, en 1978, yo contaba con cinco años. Posiblemente, por ser muy pequeña, no recuerdo alboroto en las calles por la reciente creación de La Constitución española, ni visualizo festividad alguna cuando fue ratificada en un día como hoy, 6 de diciembre, de hace cuarenta y cuatro otoños.

La censura continuaba vigente y el temor a las represalias ahuyentaban a muchos, pues ni tan siquiera años más tarde me permitieron tararear: “Franco, Franco, tiene el cul…”; la cachetada de mi madre, después de haberla desoído por segunda o tercera vez, daba por concluida la lección. Sí me respondió _después de bajarnos del autobús_ que podían encarcelarnos, por lo que esa imagen tenebrosa, de una oscura y fría celda, fue más que suficiente para frenar mis futuros impulsos; el terror yacía ya dentro de mi mente y logró silenciar, por siempre, la susodicha tonadilla tan pegadiza.

No obstante, casualidades de la vida,  el 6 de diciembre siempre representó una fecha extraordinaria en mi infancia, tan especial  que la marcaba en el recién impreso calendario del año que estaba todavía por comenzar; mi bisabuelo Primitivo venía desde el pueblo, a unos 50 km de distancia, hasta Palma, quedándose unos días en casa de mi abuela. Me decía que los del pueblo eran muy sosos para las fiestas, al contrario de los palmesanos, quienes deslumbraban por su simpatía. De más mayor descubrí que eran metáforas, como tantas otras, de la democracia imponiéndose a las secuelas de una prolongada dictadura, y que, a pesar del  recelo de muchos, en las ciudades penetraba más veloz que en los pueblos ese aroma tan inconfundible de la libertad.

Continuará...



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